Tradicionalismo y genio alegre en las pinturas de Carlos Montefusco
En el Museo Las Lilas de Areco, ubicado en la localidad bonaerense de San Antonio de Areco, se puede disfrutar de la muestra “Una Luz en el monte”, sobre los 30 años de trayectoria del artista Carlos Montefusco.
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La obra de Montefusco se inscribe en la tradición de la pintura costumbrista (Prilidiano Pueyrredón, Eleodoro Marenco), sin embargo, el pintor nacido en Avellaneda prefiere una representación simpática de los temas de la tradición argentina y, en este sentido, su pintura se encuentra próxima a la obra de Florencio Molina Campos.
Hace más de treinta años, y tras conocer a Elvirita, viuda del gran Molina Campos, Montefusco decidió tomar la posta del reconocido artista y hoy puede considerarse continuador directo de su legado. Aunque a primera vista sus obras resulten parecidas, ya que recrean escenas clásicas del ambiente campero, los estilos de Molina y Montefusco no son idénticos. Mientras que Molina Campos persigue tonos más intensos y un humor definidamente grotesco, Montefusco prefiere los colores más suaves, el genio alegre y la tierna complicidad con el espectador. El crítico Rafael Squirru opinó que la incursión de Montefusco en lo jocoso “es bastante menos pronunciada que en Molina” ya que “no está puesta al servicio de la risa” sino más bien, como estimó el maestro soguero Luis Alberto Flores, se destaca su “toque caricaturesco hace sonreír a quien lo observa”. Su temática de gauchos, indios y naturaleza se presentan con tanto rigor que parecen reales (para lograrlo, utilizó el conocimiento del zootecnista o la severidad del biólogo).
El caballo y el hombre son los personajes principales de sus pinturas y muchas veces la mirada humana se asoma en los ojos del potro para transmitir alegría, curiosidad o asombro. En realidad, las obras de Montefusco hablan por sí solas y dicen muchas cosas, tantas como pueda hallar la imaginación.
Dibujante precoz, comenzó a tomar el lápiz al año de edad. Ya en el colegio tuvo una exposición retrospectiva de todos sus trabajos (realizados desde los siete a los 10 años) y a raíz de esa muestra recibió una distinción otorgada por LA NACION.
Su primera influencia artística le llegó a través de los dibujos animados y particularmente, de los clásicos de Disney. En su obra, puede advertirse ese influjo en las escenas de movimiento con perspectivas forzadas o en las humanizadas miradas de los animales, entre otras.
Tomó clases de pintura con el profesor Jáuregui y con destacados dibujantes y pintores como Carlos Garaycochea y José Marchi, pero enseguida –dado el talento natural y la voluntad– el artista tomó vuelo propio. Carlos Montefusco puede considerarse un autodidacta ya que aprendió a fuerza de leer historia y literatura, y también, recorriendo museos, visitando personas e indagando la biografía de cuanto paisano le llamaba la atención.
Una metodología de pensar la obra, observar, documentarse, bocetar a lápiz y luego dejar suelto al pincel para dar el salto hacia la creación, le permitió crear una reconocida y vasta obra conformada por más de seiscientas pinturas elaboradas a lo largo de 30 años.
En 1984 comenzó la carrera de ingeniero zootecnista en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. En 1990, ya recibido, se trasladó al campo para ejercer su profesión, primero, en Huinca Renancó y luego en Saladillo. En esta última ciudad conoció al pintor Gustavo Solari quien, al descubrir su talento, lo motivó a dedicarse a la pintura y lo presentó en las galerías de Buenos Aires. Posteriormente se instaló en Tandil, donde en 1993 hizo su primera exposición junto a Solari y Julián Althabe. En 1994, realizó la muestra individual que lo consagró como artista, en la galería El Socorro de Buenos Aires. Desde entonces y hasta la fecha, no interrumpió su actividad pictórica ni las exposiciones en galerías y museos.
Contrariamente al gran interés que su obra despertó (y despierta) en el público, sus trabajos originales son muy difíciles de ver por hallarse diseminados entre muchos coleccionistas particulares, tanto argentinos como extranjeros.
En 2016, casi como una premonición, Montefusco ilustró un libro sobre el cura gaucho Brochero, de una gran obra educativa y religiosa en Córdoba. Seis años después se estableció en esa provincia, en Cruz Alta, donde reside actualmente. En ese nuevo camino de “Una luz en el Monte”, el artista se inspira y persevera en la ilusión (casi intacta) del pincel de aquel niño de Avellaneda.
La muestra concluye el 29 de diciembre. Más información: en museolaslilas.org.