Francisco Pesqueira: debutó con Marilina Ross, actuó con Carmen Maura y ahora tiene 4 espectáculos en cartelera

“Soy cordobés, hijo de inmigrantes gallegos y actor. Y me siento muy orgulloso de todo eso”, así se presenta Francisco Pesqueira ante LA NACION, durante la charla en la que recorrerá sus raíces, su ecléctica trayectoria teatral y su fructífero presente, que lo encuentra con cuatro espectáculos en cartel: Víctor, vení a buscar los discos, Alga ladina, Vestido de mujer y Canción de cine argentino.

“Fui el hijo inesperado, el de la vejez, mis viejos me tuvieron después de los 40 años y soy el menor de cinco hermanos. Nací en una familia donde el teatro era importantísimo, como en otras puede ser el fútbol. Por eso crecí yendo al teatro, íbamos a ver las obras de Miguel Iriarte (referente fundamental del teatro costumbrista local) y a las compañías que venían de Capital”, relata el intérprete de 55 años. Fue asistiendo a uno de esos espectáculos porteños, precisamente, que tuvo una epifanía (“un llamado del cielo”) que marcó su vida para siempre. “Corría 1978, yo tenía solo ocho años y fui con mis padres al Teatro Comedia a ver a Thelma Biral y su Doña Rosita la soltera, con puesta de Cecilio Madanes. En medio de la obra, excitadísimo, agarré del brazo a mi madre y le dije: ¿cómo la gente hace otra cosa que no sea teatro?”, recuerda.

“Fui el hijo inesperado, el de la vejez, mis viejos me tuvieron después de los 40 años y soy el menor de cinco hermanos. Nací en una familia donde el teatro era importantísimo

Después de esa vivencia, regresó a su casa, montó la pieza con títeres y se hizo cargo de cada uno de los personajes. “Luego, a los 10 años, ya me había leído las obras completas de Federico García Lorca”, asegura. Al año siguiente, puntualiza, nació su romance con los unipersonales al ver Emily, con China Zorrilla, y El bululú con José María Vilches, en la temporada de Villa Carlos Paz.

“Fui un niño prodigio no descubierto”, comenta entre risas Pesqueira. “Si no hubiera sido cordobés, seguro que habría sido otro Marcelo Marcote (el actor infantil más famoso de los 70, el nene de Rolando Rivas, taxista). De todos modos, empezó a estudiar seriamente actuación de adolescente, un tanto para cumplir con su innegable vocación y otro tanto para sublimar un hecho traumático: “Una situación de abuso que viví por parte de un familiar no directo en España, cuando acompañé a mis padres a reencontrarse con sus orígenes”, que devino en un cuadro agudo de anorexia que demandó su hospitalización y que casi produce su muerte. En medio de ese proceso conoce a quien, afirma, le salvó la vida: Marilina Ross.

“Ella era muy amiga de mi hermana, y de tanto en tanto venía a Córdoba, donde hizo sus primeros pinitos como cantante. Un día me vio convertido prácticamente en una calavera, me sentó a su lado y me dio una lección de autoestima que me sirvió para siempre. Después me invitó a participar en la presentación de su disco Mis hijos naturales. Yo era el tipo que salía de una bomba en el tema ´Basurero nuclear´. Digamos que de alguna forma ese fue mi debut en la actuación. Lo gracioso de todo esto es que al otro día salió en (el periódico) La voz del interior una crítica elogiando “el cadáver” que bailaba junto a Marilina…”.

Su primer profesor de teatro, en Córdoba, fue Eduardo Rudy (sí, el galán de las grandes telenovelas de los 60: El amor tiene cara de mujer y Cuatro hombres para Eva, que terminó radicándose en La Falda). “Cuando empecé con él aún estaba convaleciente, pero de una me eligió para hacer El lustrador de manzanas, de César Tiempo”. Después siguió tomando clases con Ernesto Larrese, que por entonces también había optado por vivir entre las sierras; en una academia “tipo Fama” (de artes múltiples, como la de la película de los ´70). “Ahí empecé a incursionar en el humor porque como estaba muy flaco todos los personajes cómicos me venían al pelo, pero ni loco se me hubiera ocurrido en ese momento también cantar. Para mí todo pasaba por la actuación”, sostiene.

Para Francisco Pesqueira trabajar junto a Antonio Gasalla “fue como lograr el sueño del pibe”

El humor lo pudo seguir desarrollando cuando se instaló en Buenos Aires y aunque en un principio su marcada tonada cordobesa le jugó en contra (“en los castings me trataban como si fuera ruso”), a mediados de los 90 quedó confirmado para sumarse a El palacio de la risa, el programa que comandaba Antonio Gasalla y emitía ATC. “Eso fue como lograr el sueño del pibe”, grafica.

“A cantar comencé más tarde y por Carmen Maura (“un ángel intuitivo y amoroso”). En 1997 trabajamos juntos en la obra Bienvenida a casa, de Neil Simon (que dirigió Oscar Martínez), y si ella no me hubiera insistido, tal vez nunca lo hubiera hecho”, admite. Antes, durante y después de aquellos trabajos continuó estudiando teatro con Lito Cruz, Agustín Alezzo y, especialmente, con Carlos Gandolfo: “Mi gran maestro, del que llegué a ser su secretario durante cuatro años”.

Pesqueira, en los años que trabajó junto a Carmen Maura

Por ese entonces, además, se inició en el camino de la autogestión (que adoptaría de por vida, un poco por los vaivenes propios de la actividad teatral y otro tanto por la libertad creativa que eso le otorga) cuando actúa en Los dos hidalgos de Verona, de William Shakespeare, con dirección de Guillermo Cacace y asistencia de Ciro Zorzoli (hoy dos pesos pesados de la cartelera teatral porteña). En ese espectáculo, estrenado a puro pulmón en el Centro Cultural San Martín, se ganó un amigo para siempre, Claudio Pazos, y junto a él, como intérpretes, y Carlo Argento, como director, conformarían el grupo cómico-musical Carne de Crítica que lleva 24 años de trayectoria y 10 espectáculos estrenados (por los que ganaron tres premios ACE). El último de ellos es Alga ladina, una parodia en formato music-hall sobre una entrega de premios tan caprichosa y fútil como accidentada.

Después incursionó en musicales (Los Miserables, junto a Juan Rodó, Elena Roger y Gerónimo Rauch; Zorba el griego, con Raúl Lavié; Lucía, la maga, acompañando a Valeria Lynch; El romance del Romeo y la Julieta, al lado de Guillermo Fernández y Florencia Peña; Pepino el 88, con Víctor Laplace y Karina K; y 30 días, escrito especialmente para él por Pepe Cibrián Campoy y Ángel Mahler, entre otros). Y pudo desarrollar, también, su pasión por el teatro clásico español a través de la Compañía Argentina de Teatro Clásico, que dirige Santiago Doria, de la que formó parte hasta el año pasado. Además, su pasión por la poesía lo acercó a quien lo había obnubilado desde un escenario en su niñez: Thelma Biral. “Es un sol, una de las mejores personas con las que me crucé en la vida”, dice. Y juntos protagonizaron en el Maipo Kabaret el espectáculo Aire fuego, donde ella recitaba y él cantaba.

También incursionó en el “traslado” del radioteatro al teatro, de la mano de Nora Cárpena (“un ser entrañable, muy divertido”), y con La noche de los hipócritas, de Alberto Migré y Víctor Agú, recorrió numerosos escenarios de la provincia de Buenos Aires.

Su pasión por la poesía lo acercó a quien lo había obnubilado desde un escenario en su niñez: Thelma Biral

Su especialidad, sin embargo, son los unipersonales: algunos solo de poesías, otros más bien cantados, pero todos de su autoría; y a ellos ha dedicado, fundamentalmente, sus últimos 15 años (siempre acompañado por el músico Ramiro Pettina).

“Nunca sentí en la sangre una única pasión”

“A mí me gusta todo, nunca respondí al perfil de un actor de texto ni al de un cantante convencional; nunca sentí en la sangre una única pasión. Pero si tuviera que elegir un solo género, te diría que lo que más me gusta es el musical donde yo puedo contar una historia desde lo personal. Esa es la fusión que hoy me permite Víctor, vení a buscar los discos (el unipersonal con mucho humor y boleros que trata sobre la ruptura de una pareja gay); y también Canción de cine argentino (donde pasa revista a los temas que acompañaron las escenas más memorables de la cinematografía local y con el que saldrá de gira en los próximos meses)“, cuenta.

Y agrega: “Uno de los grandes problemas de este país es la falta de memoria, por eso la gente mayor me agradece tanto cuando desde el escenario evoco a Niní Marshall, Tita Merello y Zully Moreno. Sienten como que les resucito a la familia. Con este espectáculo además ejerzo una suerte de militancia: los jóvenes descubren el valor de nuestro cine y a la salida me dicen: ahora nos vamos volando a ver La tregua. Es entonces cuando siento que lo que hago tiene un sentido”.

Pesqueira:

Ambos espectáculos fueron dirigidos por su marido Emiliano Samar, también responsable (en ese rol y en el de adaptador dramatúrgico) de Vestido de mujer, el cuarto espectáculo con el que Pesqueira hoy domina la escena teatral independiente, en este caso como autor. Se trata del “traslado” a un escenario, en forma de monólogos, de las poesías dedicadas a diversas figuras femeninas (como Alfonsina Storni, Cris Miró, Camille Claudel, Raffaella Carrá, Camila O´Gorman y Chavela Vargas). El espectáculo, que se encuentra finalizando su tercera temporada, se alzó el año pasado con el premio ACE al Mejor Music Hall.

Mientras elucubra una segunda parte de Vestido de mujer, (solo dedicada a actrices), y ensaya una obra con Antonio Grimau para estrenar en El Cultural San Martín en agosto (“una suerte de telenovela de los 80 llevada al teatro, en la que encarno a una vidente y canto la canción de Trampa para un soñador”), concluye: “Por mi capacidad de trabajo, a muchos les parezco una máquina, pero a mí eso me parece falto de corazón. Yo creo que lo mío pasa por un gran amor al teatro, es como haber tomado los hábitos. Por eso, más que el calificativo de hombre orquesta del teatro –como algunos me apodan- a mí me cabe más lo del sacerdote del teatro independiente, porque para mí el teatro es una devoción”.

Para agendar

  • Alga ladina, sábados, a las 17, en Hasta Trilce (Maza 177).
  • Víctor, vení a buscar los discos, los domingos, a las 16:30, en Patio de Actores (Lerma 568).
  • Vestido de mujer, los domingos, a las 19, en Patio de Actores (Lerma 568).

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