El Arca de Javier y el destino de una alianza imposible
El sentido bíblico con el que Javier Milei adorna su misión presidencial lo empuja a abrazar a los conversos y despreciar el concepto de “aliado”. En una batalla entre el bien y el mal está prohibida la herejía del matiz. El diálogo no tiene razón de ser entre el líder redentor y un conjunto de liliputienses afectador por el desprestigio social. Los acuerdos se consiguen a fuerza de aplicarle al otro el peso del poder hasta que se rinda.
Mauricio Macri y el Pro decidieron hace un año acompañar al Gobierno como si esperaran que aquel rasgo imperativo fuera un vicio que se corregiría con la experiencia. Lo que pasó esta semana con el fracaso del proyecto de “ficha limpia” marcó el fin de una ilusión. Llevó una relación que ya era traumática hasta el punto de quiebre y abre interrogantes sobre el futuro del mecanismo institucional que le dio a los libertarios una extraordinaria dosis de gobernabilidad a pesar de su escuálida minoría parlamentaria.
El macrismo acusó al Gobierno de estar del lado de los corruptos. Los libertarios, en un mensaje supervisado por Karina Milei, le reprochó un “repugnante oportunismo”. Antes, el propio presidente había difundido una alegoría religiosa en la que aborrecía a los “tibios sin ideología” y postulaba: “Los que juegan para todos lados son los peores de todos, incluso mucho peor del que es completamente malvado”.
En su afán castigador, Milei no reparó en la incongruencia de señalar a los que “juegan para todos lados” justo después de los movimientos desconcertantes de su tropa en el debate de la “ficha limpia”. Sus diputados firmaron el dictamen de mayoría, que propone impedir ser candidato a un condenado por corrupción en dos instancias, y 30 de ellos se sentaron en las bancas para la sesión convocada por el Pro. Sin embargo, faltaron 8 sin explicación clara (uno de ellos, Gerardo Huesen, llegó a decir que se intoxicó por comer “mucho fiambre”) y hubo un cuidado boicot de los diputados peronistas que responden casi automáticamente a los intereses del Gobierno. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, explicó que el texto era inconveniente porque podía leerse como un intento de proscribir a Cristina Kirchner. Al estallar la ira del Pro, Milei le envió un mensaje a la diputada Silvia Lospennato para decirle que apoyaba la “ficha limpia” y que iba a mandar un proyecto propio, del que no le ofreció detalles.
“Lo que nos quedó en claro es que están buscando un acuerdo con Cristina y todo lo demás son excusas. Le escribió a Silvia y salieron de inmediato a contarlo, solo porque la noticia cayó pésimo entre sus propios votantes”, dice una fuente de Pro de diálogo constante con Macri.
Los dirigentes macristas hablan en estas horas desde el estupor, mientras se revolean comunicados con los libertarios. “Esto es un antes y un después. Nos engañan, nos agreden y se han negado sistemáticamente a cualquier intento de construir confianza”, señala una de las figuras decisivas del bloque de diputados que conduce Cristian Ritondo.
El desengaño de la “ficha limpia” se potenció por el festival del disimulo que montó el oficialismo. No existió siquiera una tentativa de postergar la sesión, que ya se había frustrado por falta de quorum una semana antes. “Quisieron dejarnos en ridículo, pero el tiro les salió por la culata. Quedaron pegados a Cristina. ¿Quién es la casta ahora?”, repetían cerca de Macri.
Mito o realidad, en el Pro vislumbran que el tan mencionado pacto con Cristina es cierto. Que Milei habilitó a negociar la nueva composición de la Corte y de cientos de juzgados, además de la reforma electoral, pensada para potenciar una polarización entre La Libertad Avanza (LLA) y el kirchnerismo a costa de todos los demás actores de la política.
El Gobierno le baja el precio a la crisis con el partido que lo ayudó a conseguir sus principales objetivos de gestión. Insisten en el primer círculo de poder con que los históricos votantes del Pro están ahora masivamente con ellos y que para Macri “será autodestructivo” plantear un desafío directo a Milei. Sienten que han logrado ya los principales retos legislativos que requería el programa económico. Hasta consiguieron el fracaso estratégico del presupuesto 2025, que le permitirá al Ejecutivo distribuir partidas a gusto en la temporada electoral. Al menos hasta marzo no se vislumbran sorpresas posibles en el campo minado del Congreso.
¿Y de cara a las elecciones legislativas? Siempre en registro bíblico, los ideólogos libertarios imaginan a Milei como una suerte de Noé que ofrece lugares en el arca de la salvación. El diluvio universal ocurrirá, en esas escrituras profanas, cuando se abran las urnas. A juicio del Gobierno, el voto terminará por barrer los restos del viejo sistema político.
Es una línea de acción que rechaza la idea de una alianza con el Pro. Karina Milei trabaja en una hipótesis según la cual LLA debe encabezar las listas en todo el país. La posibilidad de una confluencia con el macrismo se analizaría distrito por distrito, más cerca de la fecha, cuando se sepa la real necesidad de establecer algún grado de negociación.
Por duro que les resulte, entre los dirigentes del Pro se afianzaba desde el jueves la resignación de que quizás les toque prepararse para competir en soledad. Ponen en juego 22 de sus 37 bancas de diputados. “Nos achicaremos, seguramente. Pero somos un partido con unos principios que no podemos entregar a cambio de cargos. Es falso que todos nuestros votantes, que valoran la estabilización económica, no se preocupan por la salud institucional”, explica uno de los jefes territoriales del macrismo.
La tensión podría escalar si se cristaliza la confluencia entre Milei y el kirchnerismo con la designación de Ariel Lijo en la Corte Suprema y con la reforma electoral enviada por el Poder Ejecutivo con la idea de tratarla en sesiones extraordinarias.
La expresidenta mira con cariño el proyecto de eliminación de las PASO. Aunque es un invento de su marido, las primarias resultaron una tortura para su carrera política. Evitar esa instancia previa no solo le facilitaría el control del peronismo, donde enfrenta desafíos nada menos que de una criatura propia como Axel Kicillof. También privaría a sus rivales de un instrumento valioso: desde su invención las internas obligatorias ayudaron al antikirchnerismo a calibrar el voto en las elecciones generales. El primer resultado les daba una indicación de a quién votar para frustrar a Cristina y su gente cuando llegaba la hora de la votación definitiva.
El macrismo traduce el plan de eliminación de las PASO como una señal hostil del Gobierno en el sentido de que no piensa negociar de buena fe las listas ni dejar siquiera un espacio para la sana competencia. Es coherente con la declamada intención de Milei de “fundir” al Pro dentro del movimiento libertario, que convalidó desde hace un año la excandidata Patricia Bullrich.
En el fondo, le piden a Milei lo que nunca prometió. Sus pactos son de usar y tirar, por confluencia de intereses. No vende altruismo.
Macri quiso construir confianza comiendo de tanto en tanto con Milei en Olivos. Ritondo organizó tertulias en su casa con el asesor Santiago Caputo, Martín Menem y otros popes libertarios. Se toparon demasiadas veces con la desilusión.
Toma y daca
El Gobierno estructura sus relaciones políticas sobre la base del toma y daca. Doblega a los gobernadores con magras promesas de fondos después de haberlos asfixiado con el recorte de las transferencias discrecionales y la obra pública. Debilitó a los gremios con amenazas de cortar de cuajo su sistema de privilegios. A Cristina, como ironiza un oficialista, la tientan con “las ideas de la libertad”: la suerte de sus causas judiciales convierte para ella en prioritaria la recomposición del sistema judicial. Se trata de elegir quiénes van a decidir si es culpable o inocente.
El intercambio con el Pro es muy distinto, a ojos del “triángulo de hierro” que conduce la Argentina: le exigen apoyo incondicional a cambio de supervivencia política. Otra vez la metáfora Noé que indigna a un colectivo de dirigentes con experiencia de poder y cuya aspiración era desde hace un año integrarse a un proyecto con cuya orientación económica coincide sin grandes divergencias.
Milei no acepta otras recompensas para el partido que lo ayudó a sacar la Ley Bases y el paquete fiscal y que se desgastó con el blindaje a los vetos al aumento de las jubilaciones y de la ley de financiamiento universitario. Se indigna cuando “sermonean con la institucionalidad” (léase, el rechazo a Lijo) y le reprochan los modales agresivos. Se despacha seguido en las redes contra “los pelotudos cultores de las formas sobre el contenido”.
El destino imposible de la Alianza con el Pro radica justamente en esa disidencia. Milei considera que el gobierno de Macri fracasó por falta de nitidez, por prestar demasiada atención al “qué dirán” de las encuestas. “Tenemos notables diferencias en términos de decisión, de velocidad y de construcción política. Somos claramente otra cosa”, dice un consejero del Presidente.
Los Milei y Santiago Caputo adhieren a la idea de que no se puede combatir al kirchnerismo desde la moderación. “Para neutralizar una fuerza se necesita una de igual intensidad y sentido contrario”, repiten los libertarios.
La construcción de un kirchnerismo de derecha se aceleró en septiembre, cuando ocurrió el primer bajón de Milei en las encuestas de imagen. Desde entonces, la Casa Rosada trabaja minuciosamente en la estrategia de ordenar el tablero político con el Presidente de un lado y Cristina Kirchner del otro.
Supone un riesgo, por supuesto. Milei la necesita en la cancha, pero sin la fuerza suficiente para disparar alarmas en los mercados y poner en peligro los resultados económicos que sostienen la popularidad del Gobierno.
La crisis de la “ficha limpia” fue un traspié en ese camino. Milei había prometido en su discurso ante la Asamblea Legislativa del 1 de marzo promover la ley durante este año. Pero desde que Cristina fue ungida como la rival deseada el proyecto salió de la lista de prioridades. En un principio, el plan era aprobarlo en Diputados, a sabiendas de que el Senado lo frenaría. Un “crimen” sin huellas. Pero los tiempos en que se instaló el debate planteaban una trampa: votarlo esta semana trasladaba la discusión al Senado, donde se trataría recién el año que viene. Le dejaba así a Cristina un largo espacio de tiempo para hacer campaña con el argumento de la proscripción.
La opción de precipitar con disimulo el fracaso de la sesión del jueves no salió como era esperado. El Gobierno notó inmediatamente contrariedad en la conversación en las redes sociales. Los comunicados de cámaras empresariales por la aparente complicidad del oficialismo con la corrupción causaron sorpresa y desconcierto. Milei se preocupó por difundir que él está de acuerdo con la ficha limpia, mientras sus brazos armados de las redes actuaban en realidad como patrullas perdidas: decían que con una ley así Donald Trump no hubiera podido ser candidato en Estados Unidos. De paso, un argumento falso.
El Pro usó su indignación para aumentarle a Milei el costo político de su jugada. Instaló la idea de que está en marcha un intercambio con Cristina: impunidad a cambio de favores políticos, como una Corte más permeable al plan libertario y un sistema electoral ajustado a su conveniencia.
La maquinaria de propaganda del oficialismo tiene trabajo. Hasta ahora “la casta” ha sido una geografía elástica que empieza y termina donde decide Milei. Si ahora los “buenos” deciden hablar con “los malos”, el truco consiste en que no se note.