Un nuevo restaurante de campo con detalles estéticos, excelentes platos y atención de lujo
A esta altura vamos a llamarla “La conquistadora de Biaus”. Hace dos meses, ella y su compañero abrieron el segundo restaurante en Ramón Biaus, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, ubicado en el partido de Chivilcoy. El restaurante se llama “La Pituca” y está inspirado en una de las habitantes más recordadas y queridas, Gradis Barbato, La Pituca original.
Hay una precuela de esta nota, otra nota que fue publicada en 2022 y cuenta la historia de Paula Ares. Su recorrido desde Ramos Mejía, barrio natal, hasta Ramón Biaus (lugar que adoptó hace más de seis años para vivir); su trabajo como vendedora de silobolsa, que le permitió recorrer de punta a punta la RN5; el encuentro con Ariel Canepa, hombre del que se enamoró, oriundo de Biaus, hijo de Gladis Barbato, “La Pituca”. Todo cierra en un círculo perfecto, o más bien se expande.
El primer restaurante de Paula es “Lo del Turco”, la piedra fundamental, el sitio que reabrió el 18 de mayo del 2019 con una importante cláusula en el contrato que impedía cambiarle el nombre al lugar, aunque, poco a poco y de hecho, “Lo del Turco” se fue covirtiendo en lo de Paula, el sitio al que llegaban (y llegan) viajeros de todas partes a probar el asado a leña que brasea Ariel.
Más tarde, surgieron dos proyectos en paralelo, uno que verá su nacimiento en noviembre de este año, “Don Cactus”, el hotel con dormis que están construyendo para quienes quieran quedarse una noche en tierra pampeana, y que ya cuenta con una espectacular piscina, fundamental para sobrellevar los calores aciagos. El otro proyecto es “La Pituca, Restaurante y Almacén de campo”, la nueva locación gastronómica bautizada con nombre elegido por su dueña.
“La Pituca” está inspirando íntegramente en Gladis Barbato, la mamá de Ariel, quien podría haber sido suegra de Paula, aunque ella no habla en estos términos, prefiere recalcar la conexión que siente con esta mujer que supo dejar en la memoria de los habitantes de Biaus un hilo de recuerdos que hoy la conmemoran.
“La conexión que yo tengo con La Pituca es una inspiración”, dice Paula. “Como cualquier mujer que se haya dedicado al servicio de los demás. Me parece que me veo identificada, me inspiro a partir de su belleza, su delicadeza y su estética. Me parece fantástica”. Hay un detalle que hace que esta historia sea más fantástica que la propia Gladis Barbato, y es el apodo que Paula recibía de niña por parte de su abuela, “…mi abuela de chica también me decía Paulita la Pituca, Paulita Pituquita. Me llamaba así cuando me disfrazaba, me peinaba, me vestía, me ponía tacos”.
Todo parece una coreografía perfecta, una danza sincrónica entre La Pituca de Biaus (Gladis), la Pituquita de Ramos (Paula), y “La Pituca”, el nuevo restaurante.
Se inauguró el 18 de mayo del 2024 con una celebración que incluyó corte de cinta, invitados de todas partes y el festejo número 50 del cumpleaños de Paula. Una de las invitadas de honor, además de sus hijas Florencia y Micalea y su nieto Bautista, fue Beatriz Elba Báez de Canepa, única heredera de Casa Báez, el almacén de ramos generales más importante del pueblo, una edificación del mil novecientos que estuvo cerrada durante cincuenta años (es fácil hacer la cuenta, cuando el almacén cerraba, Paula nacía), y que hoy vuelve a abrir sus puertas como “La Pituca”.
Casa Báez era el almacén que abastecía al pueblo y alrededores, un punto de encuentro de familias. “Siempre fue un refugio, iban amigos, conocidos y clientes”, dice Paula, pero el recuerdo se amplía cuando aparece la voz de Beti, alguien que conoce la tradición de primera mano, nieta de Juana y Ramón Báez, los fundadores del almacén. “Todo el mundo iba ahí. El que llegaba en tren, el que llegaba en colectivo y esperaba que lo venga a buscar la familia del campo. Generalmente caía mucha gente a la hora del mediodía y ellos no tenían fonda ni nada de eso, pero recibían a todo el mundo en su casa, en su cocina, allá adentro”. Dicen que en esa cocina no faltaba comida porque hacían varios platos al día, y si alguna vez el guiso llegaba a escasear, el abuelo Ramón sacaba su frase de cabecera, “no importa, nos arreglamos, le echamos un cucharón más de agua a la olla y estiramos”. Gente del campo, peones, trabajadores golondrina, un obispo de Mercedes, todos recibían un plato de comida, y a veces un lugar para dormir en el rincón de algún galpón. “Era una casa de puertas abiertas”.
Por supuesto, apenas se entra al flamante restaurante que conserva muebles, aberturas y pisos originales y tiene un cuadro de El Cabildo de Buenos Aires colgado en una de las paredes, se ve un retrato Gladis Barbato, una fotografía a color (o coloreada) de una elegante mujer de cabello castaño apenas recogido, labios pintados de rojo, sonrisa y ojos luminosos, un vestido de volados blancos y cuello cerrado. Era preciosa. Se entiende la inspiración de Paula. “Yo a ella la empecé a conocer por las historias que me contaba la gente, cómo me hablaba la gente de ella. Que era una señora muy dedicada a su hogar, a su familia, a sus tres hijos. Tenía el mejor jardín de todo el campo y su huerta, inmejorable”.
Hoy, las flores del jardín de Gladis, que aún siguen floreciendo, adornan las mesas del restaurante de Paula. Gladis Barbato no solo tenía un jardín hermoso, también sabía confeccionar sus vestidos y en época de fiestas preparaba mesas tendidas, “…así le llamaban porque son mesas de agasajos, de navidades esplendorosas y fiestas familiares en su casa. Siempre recibía a mucha gente y ella y su marido eran muy buenos anfitriones”. Exactamente igual a Paula, porque ella tiene lo suyo, es la gran anfitriona de cada fin de semana.
Cuando alquiló “Lo del Turco”, hubo personas que la ayudaron. Por ejemplo, Andrés, un amigo de su novio, e hijo de Doña Irma, la mujer que sabe hacer ravioles espectaculares con receta secreta -el único al que le está transmitiendo la receta es a Nahuel Camacci, su nieto- y que se pueden probar en el restaurante que tienen en Las Marianas, partido de Navarro.
Cuando Andrés se enteró de que habían abierto el restaurante fue enseguida a visitarlos. “…un buen día vino y nos abrió la cabeza. Siempre fue muy generoso conmigo. Después vino Doña Irma a casa a comer un 23 de diciembre a festejar la pre navidad… la quiero un montón, me parece un ejemplo a seguir. Soy la abanderada de las mujeres de antes”, dice Paula. “Siempre voy a estar agradecida porque no se guardaron nada… como yo hago hoy con la gente que me consulta, a corazón abierto, los tips que tengo se los tiro”. Porque la idea es circular, hacer una especie de red con otros restaurantes de la zona, “…la gente no puede venir todos los fines de semana a comer lo mismo en mi casa. Entonces nos vamos pasando la gente. Hay quienes lo entienden y quiénes no. Con los que entienden trabajamos así”. Está hablando de Freire, El Stud, El nuevo Recreo, Doña Irma.
Poco a poco, La Pituca está gestando un séquito de seguidores. La cocina se especializa en platos caseros inspirados en recetas de Gladis Barbato, “…el matambre casero es una receta de La Pituca, todas las pastas y la comida se hacen con el recetario de La Pituca, yo lo saqué de ahí, tengo el libro de cocina de ella”.
Una de las diferencias entre “La Pituca” y “Lo del Turco” es que en este último solo se sirve asado. ¡Y qué asado! Aunque la mayor diferencia es que “La Pituca” es el primer restaurante que Paula y Canepa hicieron de cero. Es absoluta creación de ellos. Para verlo hay que ir. Hay que llegar al pueblito que en días de sol resplandece bajo el cielo despejado. Hay que dejarse llevar por la cocina y excelente atención de Paula y su equipo. Lo que ella quiere es “…hacer una puesta en valor de los pueblos rurales, fomentando, haciendo que la gente tenga una opción diferente, pase un día conectado con la naturaleza y con la tierra. Siempre pensando en el servicio para y por la gente”, como hacían Juana y Ramón en Casa Báez, como hacía Galdis Barbato, La Pituca.
La Pituca. Ramón Biaus, partido de Chivilcoy. T: (2346) 307878 / 1151132030. paulaares32@gmail.com. Sábados, domingos y feriados de 13 a 20 hs. Con reserva previa