El Rey del Tabaco bajo la lupa: Lo que ya había advertido Jujuy
¿Quién es el “Rey del Tabaco”? ¿Por qué lo denunció el Gobierno? ¿Y qué tiene que ver Jujuy en todo esto?

El “Rey del Tabaco” entre las cuerdas
Vamos por partes.
Esta semana, la flamante Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) –la que reemplazó a la vieja AFIP– denunció penalmente a Pablo Otero, titular de Tabacalera Sarandí, por presunto lavado de activos por más de 33.000 millones de pesos. Una cifra que da vértigo. Pero lo más grave es cómo, supuestamente, se hacía: con distribuidores fantasmas, ventas al costo, y una maraña de operaciones para evadir impuestos.
Hasta ahí, podría parecer una historia más de empresarios que hacen malabares para evitar pagar lo que deben. Pero lo interesante es que esto ya se venía advirtiendo, y desde el norte del país.
Pedro Pascuttini, presidente de la Cámara del Tabaco de Jujuy, hace rato que viene diciendo lo mismo:
“Si no hay controles serios, el que paga sus impuestos y hace las cosas bien, pierde. Y el que hace trampa, gana.”
Lo dijo en la Cámara de Diputados de la Nación, lo repitió en el Senado, y lo defendió ante medios locales y nacionales. Su reclamo no era sólo una queja sectorial, sino un grito de alerta por el futuro de miles de productores legales de tabaco, especialmente en provincias como Jujuy, Salta y Misiones.
¿Por qué importa? Porque en el NOA hay familias enteras que viven del tabaco, desde el que siembra hasta el que cosecha. Si una empresa puede vender cigarrillos a precios ridículamente bajos porque no paga lo que debe, ¿cómo compite el pequeño productor? Es David contra Goliat… pero con Goliat haciendo trampa.
Pascuttini defendió el famoso “capítulo tabaco” de la Ley Bases, que busca poner a todos en la misma línea: que el que no paga impuestos no pueda vender. Tan simple como justo. Y ahora, con esta denuncia, parece que el tiempo le dio la razón.
Pero como si fuera poco, el conflicto ahora sumó un nuevo capítulo: la pelea por el precio del tabaco crudo. La Cámara del Tabaco propuso un precio base acorde a los altísimos costos de producción, inflación, insumos, jornales y presión fiscal, pero las grandes compradoras no quieren pagar ese valor.
Es decir, mientras el sector productivo hace equilibrio para seguir sembrando, cosechando y pagando sueldos, hay empresas que se resisten a pagar un precio justo, buscando imponer valores que no cubren ni los costos mínimos.
Esto golpea directamente a los productores del norte, a las economías regionales, y a toda una cadena que genera miles de empleos rurales. “No pedimos subsidios, pedimos que nos paguen lo que vale lo que hacemos”, repiten en cada finca.
La paradoja es clara: mientras algunos empresarios ganan millones evadiendo, los productores que trabajan legalmente, pagan impuestos y generan empleo, tienen que mendigar un precio digno por su propia cosecha.
Así que la próxima vez que veas un cigarrillo sospechosamente barato, pensá: ¿de dónde sale? ¿Quién lo produce? ¿Y quién paga el precio?
En esta historia, el humo no tapa todo. Al contrario, empieza a despejarse.