Después de 200 días, el impacto de la apertura de importaciones todavía es limitado
Hace 200 días el Gobierno pateó el tablero contra los formadores de precios y anunció que liberaba las importaciones de productos de la canasta básica. Sin embargo, las góndolas que miran las familias argentinas, lejos de llenarse con banderas de distintas partes del mundo, no parecen haber asimilado el efecto. La idea oficial buscaba que la mayor competencia importada sirviera para contener los aumentos que quería imponer la industria nacional. Pese a eso, la sensación generalizada entre fabricantes y comercios es que el mejor aliado para contener la inflación, no fue la importación sino la recesión. Según la consultora especializada en consumo Scentia, 2024 acumuló una caída de las compras en supermercados del 11,9%.
Esta historia de productos extranjeros y góndolas argentinas comenzó en marzo, cuando la inflación mensual viajaba al 11% y el ministro de Economía, Luis Caputo, exponía que los comerciantes habían fijado precios en base a un escenario peor que el que finalmente ocurrió. En ese contexto, el Gobierno resolvió suspender el cobro del IVA adicional y del impuesto a las Ganancias a las importaciones de alimentos y medicamentos, así como también la normalización del esquema de pagos a los proveedores que los ingresan al país.
Pasaron seis meses desde su implementación y en el sector supermercadista observaron puntos altos y bajos en los efectos de la medida. Por un lado, valoraron que ayudó a normalizar las entregas en categorías dominadas por los productos importados tales como latas de atún, papas fritas en tubo y algunas verduras y frutas, como paltas y bananas. Pero por otro, desestimaron su incidencia en los precios del resto de los rubros.
“Si bien hubo un aumento de los productos importados que en otras épocas habían sido comunes en determinadas cadenas y que tienen un rango entre selectivo y premium, la incidencia que ha habido en los productos de consumo masivo básicos ha sido escasa”, reconocieron fuentes del supermercadismo. “Es difícil establecer una relación de causalidad respecto a algunas cuestiones y si eso ha servido para moderar los precios. Tal vez, el caso emblemático del pan de molde importado haya servido para frenar la escalada alcista que caracterizó a quien domina el mercado local, pero establecer relaciones de causalidad en cuanto a la moderación de precios es arriesgado”, explicaron en referencia al caso testigo que impulsó el Gobierno con la importación de pan “lactal” desde Brasil, con el objetivo de poner presión a la multinacional Bimbo, que lidera el mercado con una participación superior al 70% con sus marcas Fargo, Bimbo, Orobeat y Lactal.
En este caso, la marca estrella fue la brasileña Bauducco, cuya llegada a las góndolas de Jumbo y Changomás fue festejada desde las cuentas del oficialismo en las redes sociales y en algún punto los resultados estuvieron en línea con las expectativas del Gobierno. Según el Indec, el rubro “pan de mesa” acumuló entre marzo y agosto una suba promedio del 20,2%, mientras que en el mismo período los alimentos en general se encarecieron más de 30%.
Otra categoría que desde el Gobierno miran de cerca es la de las pastas. A partir de marzo, la oferta de marcas importadas -principalmente de Italia- se disparó y volvieron a las góndolas de los supermercados locales productos premium como Barilla y De Cecco, y también otras marcas más masivas y con menos “nombre” pero con precios muy competitivos frente a los fabricantes locales.
Un ejemplo de esto es el atún ecuatoriano marca Bulnez cuyo precio es de los más bajos de la góndola. De hecho, compite con los que llevan el sello de los supermercados. En lo que va del año, su aumento fue del 21%, también por debajo del índice general que registraron los alimentos.
En otra cadena explican que el anuncio oficial para impulsar la presencia de productos importados tuvo un impacto favorable en los niveles de oferta de varias categorías, aunque la demanda se sigue haciendo esperar. “Logramos recomponer el flujo de productos básicos como atún, banana y choclo, que había sido un gran problema el año pasado. Y además volvimos a recibir algunas categorías que performan bien como cervezas de bajo precio y papas tubo. En non food (una categoría que incluye desde juguetes hasta electrodoméstico y textiles) también se empieza a notar una mejora en la oferta al cliente de productos o segmentos que no estaban bien abastecidos. Pero la venta sigue estando muy difícil, sin distinguir entre productos nacionales e importados”, explicó a LA NACION el número uno de una cadena.
La percepción de que el anuncio oficial no se tradujo en una invasión de productos importados en las góndolas es confirmada por las estadísticas oficiales. De acuerdo a los datos del Indec, pese a la reducción de aranceles, las importaciones siguen sin reaccionar y en agosto cerraron con una caída de casi 30%. Los artículos que importan los supermercados no fueron la excepción. Según el último informe sobre el comercio exterior, el rubro “alimentos y bebidas elaborados para consumo en el hogar” registró una caída del 21,9%.
“Muy pocos productos fuimos a ver”, reconoció el representante de una cadena importante. Explicó que, en parte, se debe a las dificultades que implica traer una nueva oferta de importados a la góndola y a todo el tiempo que demora. “Al menos diez meses”, estimó.
Cuando el Gobierno anunció esta medida la inflación mensual en alimentos marcó 10,5%, según el informe de marzo del Indec. En agosto fue del 3,6% y los economistas esperan que en septiembre sea un poco menor, tras la reducción del impuesto PAIS, también vinculado al comercio exterior. Pese a estas proyecciones, en el sector supermercadista asocian a la desaceleración inflacionaria con el derrumbe del consumo. Según el Gobierno, este año terminará con una caída del 6,3% mientras que estipula un repunte del 4,5% en 2025.