Amores retro: de Carlos Calvo y Luisina Brando a Soledad Silveyra y Miguel Ángel Solá

Fueron amores que llenaron tapas de revistas en los 80 y 90, dieron que hablar por la diferencia de edad o por las pasiones febriles que protagonizaron. Sin embargo, hicieron oídos sordos y se dedicaron a vivir y sentir lo que les pasaba sin preocuparse pro el qué dirán. En todos los casos se conocieron trabajando; algunos se enamoraron primero con besos de ficción y otros, haciendo tiempo en los pasillos del canal, esperando turno para grabar. Estas son tres historias que quedaron retratadas por las revistas del corazón de esa época.

Carlín Calvo y Luisina Brando, un amor intenso que dio que hablar

Cuando se conocieron él era el galán de moda, subía el rating de cualquier programa y llenaba teatros. Y ella era una actriz de prestigio, con una carrera impecable. Carlin Calvo y Luisina Brando se vieron por primera vez en 1982 cuando protagonizaron la novela Juan sin nombre y fue ella quien eligió al galán que la acompañaría, entre algunos nombres que le acercaron. Los dos venían de hacer un éxito: Brando la rompió con Señora de nadie y Carlín, en El Rafa. Los besos de ficción pronto se hicieron realidad y durante un tiempo salieron a escondidas, disimulando frente a los compañeros las risas cómplices y las miradas furtivas. Cuando la relación se hizo pública, fue un escándalo por la diferencia de edad, aunque apenas se llevaban siete años, y por el perfil diferente que tenían. Ajenos al qué dirán, ellos vivieron su amor a su antojo y estuvieron juntos durante casi seis años. Volvieron a compartir trabajo en Chúmbale, que fue un suceso de aquellos tiempos, y luego en Los días contados. Después protagonizaron otro éxito en el Teatro Maipo, Mamá. La pasión crecía y los celos también. La fama de mujeriego de Carlín siempre le hizo ruido a ella, y también el estilo de vida tan distinto que tenían: ella más reposado y él, alocado. Se separaron en 1988.

Muchos años después, Luisina habló sobre la relación en una entrevista. “Fue una historia muy linda, intensa y nos divertimos mucho. En su momento hablaron mucho de nosotros en las revistas y programas de chimentos por la diferencia de edad, aunque yo solo era 7 años mayor que él, y no era para tanto. Yo creo que fue, sobre todo, porque veníamos de mundos distintos: él decía que era popular y yo de otro palo, que Carlín llamaba prestigio. Pero no era así porque yo tenía una extracción muy popular, había trabajado con Pepe Biondi, después estudié, hice teatro de sótano, estuve en grandes proyectos. Fue muy interesante entonces que, cuando se suponía que andaba por esas zonas de prestigio, me cruzara con Carlín, que lo conocía todo el mundo”.

Soledad Silveyra y Miguel Ángel Solá, una pasión que no terminó bien

Soledad Silveyra y Miguel Ángel Solá se conocieron en 1981 filmando La casa de las siete tumbas y luego compartieron escenario en El hombre elefante. Por ese entonces ella estaba casada con José Jaramillo, el padre de sus dos hijos y él estaba soltero. Se hicieron buenos amigos, pero todo quedó en la buena onda. Ese verano volvieron a verse en la temporada de Villa Carlos Paz y la actriz lo recordó en una entrevista para LA NACIÓN. “Él pasaba remando en kayak y La China (Zorrilla) me decía: ‘Cómo rema este pibe por vos’. Después me mandó poemas a través suyo. Lo nuestro fue una gran pasión, por él me separé de Jaramillo. Duró poco, solo dos años, pero fue sin dudas una gran pasión”. Después nos reencontramos dos veces más, una en Buenos Aires y otra en Mar del Plata, donde terminó todo”.

Durante muchos años no volvieron a verse ni a hablar hasta que él vino Buenos Aires con su segunda mujer, Paula Cancio, a hacer teatro. “Fui a ver la obra, que era Doble o nada, y después pasé a saludarlo por el camarín. Hacía años que no nos hablábamos. Al menos no me echó… (risas). De todos modos, no hablamos del tema”. Y además recordó una anécdota muy graciosa que vivió mientras eran pareja. “Un día Miguel fue a una fiesta a lo de Carlín Calvo, en Constitución, y yo pensé: ‘Este me está siendo infiel’. Porque esas fiestas se llenaban de minas divinas, entonces fui para allá sin avisar y, sigilosamente, atravesé cuerpo a tierra todo el perímetro de la casa quinta, arrastrándome por el césped. Para esto, obviamente, primero tuve que traspasar los alambrados, donde me lastimé la espalda. Hasta que, toda embarrada, me le aparecí entre las plantas y le grité ‘¡hijo de p…!’ Hoy recuerdo esa situación y no paro de reírme”, contaba Solita, tentada.

Cecilia Milone y Federico Luppi: admiración y 33 años de diferencia

Se enamoraron en 1993 cuando compartieron elenco en la novela El precio del poder, en Canal 9 de Alejandro Romay. Cecilia Milone era parte del elenco y Federico Luppi fue como artista invitado. Aunque recién empezaba, todos hablaban de ella luego del éxito de Drácula. Él era ya un artista consagrado que había protagonizado hitos en el cine, el teatro y la televisión. Luppi tenía 57 y Milone, 24.

Mantuvieron el romance en secreto durante algún tiempo hasta que lo oficializaron un año después, en la entrega de los premios Podestá, cuando llegaron al evento tomados de la mano. Fue la comidilla de las revistas del corazón, que fueron impiadosas con la pareja por la gran diferencia de edad. Milone, tiempo después, dijo sobre ese tema que “cuando hay gustos similares, la diferencia de edad se quiebra”. Y sumó: “Yo era la rara del colegio porque siempre me gustaban las cosas que no le interesaban a los jóvenes”.

La relación duró tres años y la separación fue sin escándalos. Hace unos años, cuando la palabra violencia de género sobrevoló la vida del actor, Milone dijo en Intrusos (América): “Quiero aclarar que yo nunca viví violencia de género con Luppi. No era para nada agresivo. Me acuerdo de que en la época que estuve con él, le habían dado un premio los compañeros, le rendían pleitesía. Algunos actores dicen que sabían esas cosas tan horribles que vivió con Haydée (Padilla, pareja anterior de Luppi que lo acusó de violento), y no entiendo por qué no lo contaron antes. Mi relación era formal, pero él viajaba mucho a España y tenía una manera de vivir que yo respetaba. Él era muy respetuoso con mi manera de ser”.